Respecto a la economía ambiental, el ponente resaltó el aumento de complejidad al pasar de tener que considerar sólo los dilemas morales entre seres humanos, a conceder consideración moral al resto de la biosfera. Ante esta nueva situación, expuso cómo en su opinión hay tres grandes líneas de pensamiento con distintas consecuencias prácticas. Por un lado, la más aceptada es la postura antropocéntrica, que en economía ha recibido las mismas críticas que el antropocentrismo filosófico en general. En segundo lugar, destacó el movimiento de los derechos de los animales, cuyos principios podrían extenderse a todos los individuos vivos o incluso a entidades inanimadas, pero que en su opinión aplicadas estrictamente podrían llevar a unas consecuencias indeseadas, no sólo económicamente sino también ambientalmente. Por último, expuso cómo la Ética de la Tierra y el Biocentrismo en general tienden hacia una incorrección lógica conocida como “falacia naturalista” (derivar leyes morales de las leyes naturales). El ponente concluyó indicando que quizás ninguna de las posturas ofrece la solución a todos los problemas, pero que lamentablemente es difícil conjugar los principios de todas ellas –muchas veces radicalmente opuestos– para conseguir resultados y decisiones óptimas.
El debate posterior giró en torno a cuestiones a veces controvertidas: cómo se enfrenta la economía a los límites reales de los recursos naturales y de la propia biosfera, la introducción del concepto de “patrimonio natural” que ya no sólo es valorado en términos monetarios o utilitarios, la valoración económica de los servicios ecosistémicos o el conocido como Crecimiento Cero.