miércoles, 22 de abril de 2015

Ética, Economía y Economía Ambiental

El pasado martes 21 de abril asistimos a la conferencia “Ética, Economía y Economía Ambiental”, conducida por el profesor Diego Azqueta, Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Alcalá. El ponente comenzó con una breve introducción histórica sobre la aparición de la ética en el mundo de la economía a mediados del siglo XIX, en una disciplina hasta entonces dedicada mayormente a desentrañar el funcionamiento de las sociedades y sistemas de producción que se consideraban regidos por un orden inmutable. En aquel entonces, John Stuart Mill afirmó que si bien las leyes de la producción no se podían cambiar, las de la distribución entre las personas, sí. Comenzó entonces la economía a plantearse cuándo y de qué forma introducir mejoras en la distribución, que revirtieran en beneficio de la sociedad. Otra figura importante de quien habló el profesor Azqueta fue Jeremy Bentham que, en su búsqueda por la fundamentación de la ley, sostenía que el legislador debe buscar el máximo bienestar para el mayor número de personas, un principio utilitarista que ha dominado la economía casi hasta nuestros días. El ponente disertó acerca de cómo esta base utilitarista, e incluso la tan conocida premisa de racionalidad económica, presentan debilidades por sí mismas ya que podrían llevar a soluciones éticamente indefendibles. Estas debilidades, según Azqueta, se han tratado de solucionar en la economía de diversos modos, como por ejemplo introduciendo la Teoría de la Justicia de Rawls o el Índice de Desarrollo Humano a partir de las ideas de Amartya Sen.

Respecto a la economía ambiental, el ponente resaltó el aumento de complejidad al pasar de tener que considerar sólo los dilemas morales entre seres humanos, a conceder consideración moral al resto de la biosfera. Ante esta nueva situación, expuso cómo en su opinión hay tres grandes líneas de pensamiento con distintas consecuencias prácticas. Por un lado, la más aceptada es la postura antropocéntrica, que en economía ha recibido las mismas críticas que el antropocentrismo filosófico en general. En segundo lugar, destacó el movimiento de los derechos de los animales, cuyos principios podrían extenderse a todos los individuos vivos o incluso a entidades inanimadas, pero que en su opinión aplicadas estrictamente podrían llevar a unas consecuencias indeseadas, no sólo económicamente sino también ambientalmente. Por último, expuso cómo la Ética de la Tierra y el Biocentrismo en general tienden hacia una incorrección lógica conocida como “falacia naturalista” (derivar leyes morales de las leyes naturales). El ponente concluyó indicando que quizás ninguna de las posturas ofrece la solución a todos los problemas, pero que lamentablemente es difícil conjugar los principios de todas ellas –muchas veces radicalmente opuestos– para conseguir resultados y decisiones óptimas.

El debate posterior giró en torno a cuestiones a veces controvertidas: cómo se enfrenta la economía a los límites reales de los recursos naturales y de la propia biosfera, la introducción del concepto de “patrimonio natural” que ya no sólo es valorado en términos monetarios o utilitarios, la valoración económica de los servicios ecosistémicos o el conocido como Crecimiento Cero.