El pasado jueves 17 de mayo, el profesor Emilio Chuvieco participó en el ciclo de Coloquios de Ecología Humana de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, con la conferencia “Ciencia y Religión para el Cuidado de la Casa Común”.
La presentación comenzó con un análisis de algunos conflictos históricos entre la ciencia y la religión que han podido ocasionar la visión actual, equivocada en opinión del ponente, de que la ciencia y la religión están enfrentadas, o incluso que realmente lo hayan estado a lo largo de la historia. En este sentido, el director de la cátedra recordó que muchas universidades y centros de conocimiento han sido secularmente fundados por la Iglesia, y que numerosos grandes genios de la ciencia han sido religiosos o sacerdotes. De ahí que el tópico de que todos los científicos son ateos es falso.
Según el profesor Chuvieco, una de las causas de esta confusión es que no se deslindan bien los campos correspondientes a cada una: la ciencia estudia el cómo y el qué de las cosas, y la religión el por qué y el para qué. En su opinión, ni toda la realidad es científica, ni puede explicarse sólo a través de la ciencia.
Un ejemplo es el cambio climático de origen antropogénico, que según la ciencia no hay duda de que está ocurriendo y sus causas son claramente de origen humano. Entonces, ¿por qué no tomamos las decisiones necesarias? Para tratar de explicar este punto, el ponente retomó las palabras de Aldo Leopold, según el cual "ningún cambio ético se ha podido realizar nunca sin un cambio interno en nuestros énfasis intelectuales, lealtades, afecciones y convicciones. La prueba de que la conservación no ha tocado todavía esos cimientos de la conducta reside en el hecho de que la filosofía y la religión todavía no han oído hablar de este tema. En nuestro intento por hacer de la conservación algo fácil, la hemos convertido en algo trivial".
En la misma línea, el decano de ciencias forestales de la universidad de Yale, tras décadas estudiando problemas ambientales concluía que sus causas principales eran el egoísmo, la avaricia y la apatía, y ninguna de las tres podía resolverlas la ciencia.
Pero, ¿qué pueden aportar las religiones a la conservación ambiental? Según el profesor Chuvieco, la religión ofrece una visión cosmológica de la realidad, sobre quiénes somos y cuál debe ser nuestra relación con el resto de las cosas, de los seres vivos. Por otro lado, una concepción común de las grandes religiones es que el mundo lo ha creado Dios. Si lo ha creado dios, tiene un valor intrínseco, está ahí por algo. No sólo tiene un valor instrumental para satisfacer nuestros intereses inmediatos. Por ello, a la naturaleza se la debe respeto y reverencia.
En tercer lugar, en la cosmovisión religiosa, la naturaleza es un lugar de encuentro con Dios, un lugar sagrado. Los rituales por lo general siempre se han hecho en parajes naturales alejados del mundanal ruido.
Otro aspecto muy importante es que las religiones incluyen enseñanzas en virtudes, valores espirituales, en el rechazo a las posesiones materiales, etc. Es “la donación de sí en el compromiso ecológico” del que habla el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’. Precisamente en este documento el Sumo Pontífice apunta también cómo muchos cristianos han estado viviendo de espaldas a la naturaleza, sin preocuparse por la conservación ambiental, incluso burlándose del tema.
Pero Franciso indica claramente que cuidar la Creación es parte esencial de una existencia virtuosa, no es algo opcional en la vida de un cristiano. Para superar estos obstáculos, el profesor Chuvieco propone tres líneas de actuación principales: Impulsar la reflexión sobre las implicaciones ambientales del cristianismo, mejorar la formación ambiental de los líderes religiosos, y promover la cooperación con otras tradiciones religiosas en iniciativas ambientales; todo ello desde la experiencia de los beneficios que ha mostrado el diálogo entre ciencia y religión a lo largo de las últimas décadas.