miércoles, 13 de mayo de 2015

Ética y Medicina Ambiental

El pasado 12 de mayo finalizó el ciclo de seminarios sobre ética ambiental que la cátedra ha organizado durante este curso académico 2014/2015. En el mismo se ha invitado a expertos de diversos ámbitos relacionados más o menos directamente con dilemas ambientales de nuestros días, con el objetivo de buscar y clarificar la relación que la ética ambiental tiene con dichos ámbitos.
En la última conferencia, titulada “Ética y Medicina Ambiental: el décimo paradigma”, la Dra. Pilar Muñoz-Calero comenzó hablándonos de su propia historia personal y cómo el padecimiento de una grave enfermedad con claras causas ambientales le llevó, tras su recuperación, a dedicar su vida al estudio y divulgación de la Medicina Ambiental.

Posteriormente, la doctora nos introdujo a esta disciplina, comentando lo que podría considerarse una obviedad pero que actualmente nuestra sociedad parece haber olvidado: es absurdo pensar que nuestro cuerpo no interacciona constantemente con todo lo que le rodea. Y en nuestras sociedades modernas, en general nos rodean multitud de sustancias sintéticas que son ajenas a la vida y ante las cuales nuestro cuerpo experimenta un rechazo, aunque también pone en marcha sus mecanismos de defensa. Sin embargo, en algunos casos la carga corporal de contaminantes es tal que un pequeño añadido más suele desencadenar reacciones agresivas y enfermedades graves.
Sobre ello, la doctora nos indicó que cada vez se está evidenciando la existencia de un mayor número de enfermedades relacionadas con los contaminantes que hay en el medio, fundamentalmente afecciones crónicas, degenerativas, inflamatorias y de hipersensibilidad. Al parecer, el número de afectados está creciendo exponencialmente.
Respecto al diagnóstico que los especialistas realizan, nos indicó que es específico de cada caso. Se trata de una evaluación exhaustiva que incluye investigar el entorno del afectado, su casa, su lugar de trabajo, sus antecedentes familiares (pues algunos contaminantes pueden pasar de padres a hijos), etc. Como se ve, no es un diagnóstico fácil, ni tiene una cura cómoda en forma de pastilla. Como ejemplo práctico, la doctora completó la ponencia con una consulta figurada a un miembro del público que participó como voluntario.

La solución pasa por un cambio de hábitos total, incluyendo por supuesto los patrones de consumo (también de medicamentos), alimentación, costumbres, etc. En conexión con la ética ambiental, manifestó que en su opinión hoy en día debemos redefinir el concepto de “necesario”, porque realmente hay pocas cosas realmente necesarias. Y el consumo desmedido actual no sólo nos afecta ambientalmente, económicamente o socialmente -de forma más o menos directa-, sino sobre todo deteriorando nuestra salud. En este sentido, indicó que existe una responsabilidad individual, pero también de las autoridades y demás organismos, faceta en la cual también trabajan desde la fundación que preside la doctora, y que organiza el próximo "Congreso de Medicina Ambiental 2015", a celebrarse entre el 5 y el 7 de junio en Brunete (Madrid).

lunes, 4 de mayo de 2015

Tecnología de escala humana

Hace varios años, uno de los científicos que descubrió los procesos que deterioran la capa de ozono, Paul Crutzen, posteriormente galardonado con el premio Nobel de la paz, propuso introducir un nuevo periodo geológico, que denominó Antropoceno, por estar caracterizado por la presencia generalizada de la actividad humana, que afecta ya a una variada gama de procesos climáticos, geológicos, biogeográficos o edáficos, hasta el punto que ya difícilmente puede hablarse de paisajes que no tengan, de una u otra forma, la impronta humana.
Paralelamente, otros científicos sociales, comienzan hace menos años a hablar de una nueva era histórica, en la que buena parte de los procesos de mayor calado están asociados al uso y el influjo de la tecnología. No estoy seguro que así sea, pero me parece indudable que el impacto de la tecnología es mucho más hondo que el uso o maluso de unos determinados aparatos. La información se mueve con una rapidez y extensión nunca vista en la Historia, los sucesos se aceleran, el conocimiento difícilmente se reposa, nuestros modos de aprender y de enseñar cambian tan rápidamente que apenas somos conscientes de su influjo.
Si la acción humana tiene una escala temporal absolutamente desproporcionada respecto a cualquier proceso natural (baste con pensar que estamos consumiendo en apenas tres siglos, los combustibles que tardaron más de 300 millones de años en formarse), la tecnología acelera todavía más nuestro cronómetro vital. Sigo sorprendiéndome a mí mismo cuando pienso que una máquina de apenas tres años de vida es algo "obsoleto", que ya no se fabrica, y -por tanto- de lo que no hay piezas de repuesto. La "cultura del descarte", que comienza aplicándose a la tecnología -singularmente a los móviles o los ordenadores- ahora se extiende también a otras máquinas y, lo que es mucho más grave, a las personas. Se habla de personas que están "desactualizadas", que ya no encuentran sitio en el "mercado de trabajo" porque no conocen las herramientas que rigen los procesos. Así las cosas, hemos pasado del necesario interés por "estar al día", por conocer el mundo que nos rodea, al necesario "reciclaje profesional", imagen de un objeto que cambia de uso y de esencia (una botella de vidrio pasa a ser un vaso o un recubrimiento para el aire acondicionado). El ritmo de la tecnología se marca por los gigantes de las TIC (cuatro de las diez empresas más grandes del mundo pertenecen a las tecnologías de la información: Apple, Google, Facebook, Microsoft), que nos convencen todos los días de que necesitamos subirnos a una máquina que va mucho más rápido que nosotros mismos, que nos acaba produciendo desasosiego: la máquina pasa de ser herramienta, medio, a protagonista, fin. Se adaptan los procesos al aparato en lugar del aparato a los procesos; muchas veces no nos simplifica la vida, nos la complica.
No soy tecnófobo, trabajo habitualmente con ordenadores, uso un móvil, estoy escribiendo en un medio digital, pero tampoco soy tecnólatra, sigo pensando que las máquinas están para ayudarnos, no para dedicarles nuestra vida. En la medida en que es una herramienta, estupendo; en la medida en que nos centra una atención que sólo los demás merecen, se precisa mayor capacidad de autocontrol. Sin un sano espíritu crítico, estamos alimentando una generación de niños y niñas tecnodependientes, que no leen ni piensan: sólo ven y escuchan; que no interactúan con quienes tienen al lado, sino con quienes están escondidos tras una pantalla.

Emilio Chuvieco (26-04-2015)
Director de la Cátedra de Ética Ambiental FTPGB-UAH
http://razonyalegria.blogspot.com.es/