Salía el otro día de mi casa a dar un paseo, bajo un precioso sol, precursor de la inminente primavera. Me encontré al salir del portal con un chico de unos diez años, que jugaba al fútbol en el interior de la finca. Chutaba con entusiasmo contra un muro asi llamado ecológico, me imagino que por albergar a una densa hiedra. Me paré a observarle y tras repetir sus toques futbolísticos sin inmutarse de mi presencia, le indiqué que ese muro no era inerte, sino que tenía un ser vivo, por otra parte bastante vistoso, al que sus pelotazos no iban a hacer ningún bien. Parece que lo entendió, redirigiendo sus pelotazos hacia otro sector de la finca. No sé si al marcharme volvió a las andadas, pero espero que mi breve explicación le sirviera de estímulo para pasar del destrozo a la comtemplación de una planta que aparte de sus propios fines tiene el de hacernos mucho más agradable la vista del muro.
Pensaba en lo mucho que resta por hacer para que la educación ambiental penetre realmente en las mentalidades de nuestros estudiantes. Nos quedamos, en el mejor de los casos, con las consecuencias del mensaje, sin entender lo que hay detrás: reciclar, separar las basuras, ahorrar agua,... estupendo, pero ¿por qué? ¿Porque nos hará más eficientes económica o energéticamente, porque simplificará el trabajo de otras personas, porque pagaremos menos en el recibo del agua...? Siguen siendo razones que sólo nos benefican a nosotros, en lugar de poner el punto de vista a los otros seres vivos que nos rodean, en el conjunto del que somos parte. Es curioso observar cómo incluso personas que deberían tener mucha conciencia ambiental, tienen en su vida diaria prácticas muy poco amigables con el medio. Llevo casi 25 años dando clases en una facultad de Ciencias Ambientales y puedo evidenciar esto, tanto entre alumnos como entre profesores. Tal vez el problema está en que no reflexionamos suficientemente sobre las razones que hay detrás de una u otra actitud. Si la Naturaleza es solo una fuente de recursos que podemos usar a voluntad, la actitud más lógica es la depredación; si es un entorno donde también nos movemos y somos afectados por ella, la prudencia comienza a aparecer; si es un ámbito al que pertenecemos, que genera unas consecuencias éticas en nuestra actuación cotidiana, la actitud se vuelve mucho más comprometida; si finalmente consideramos que todo es parte de una Creación libre de Dios, que ha querido que todos los animales y las plantas sean como son, por si mismos y para nuestra admiración y regocijo, la consecuencia lógica es la convivencia, el agradecimiento y el asombro.
Dr. Emilio Chuvieco
Director de la Cátedra de Ética Ambiental "Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno" - Universidad de Alcalá
http://razonyalegria.blogspot.com.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario